El perfil de Rodrigo Chaves ha sido tildado por muchos como el arquetipo de tecnócrata populista, desconectado de la realidad del país y apoyado en un barniz estadístico que dista mucho de los problemas reales, siendo incapaz de afrontarlos con soluciones concretas.
Aprovechó la coyuntura de descontento entre los electores para emprender una campaña marcadamente populista y de tintes antisistema que le permitió alzarse a la presidencia de la República en cuestión de meses. Sin embargo, su estilo de gobierno ha sido objeto de críticas debido al impacto que ha tenido en el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
La experiencia costarricense comparte varios aspectos con el perfil del populismo autoritario y demagógico que ha surgido en Brasil con Bolsonaro, en México con AMLO y más recientemente en Argentina a través de Milei, un candidato disruptivo que sigue la hoja de ruta del populismo como manual para manipular al electorado, distorsionar la realidad nacional y gestar realidades virtuales altamente perjudiciales e ineficaces para enfrentar los problemas inherentes al subdesarrollo. El discurso populista de Chaves refleja un tinte conservador y anti-sistema.
Temas altamente controversiales y confrontativos han emergido en sus diversas apariciones públicas. A pesar de que Chaves ha cosechado niveles de popularidad sin precedentes en el primer año de su presidencia en Costa Rica, su estilo de gobierno ha planteado inquietudes acerca del futuro de la democracia en el país.
En este caso, el populismo como enfoque de gobierno se caracteriza por la manipulación de la opinión pública y la creación de realidades virtuales que difieren de la auténtica realidad.
Este enfoque resulta sumamente peligroso, ya que puede generar una polarización exacerbada en la sociedad y fomentar un clima de hostilidad y confrontación que dificulta la resolución de los problemas nacionales.
Los modos populistas de gobierno de Rodrigo Chaves en Costa Rica y de Milei en Argentina representan ejemplos tangibles de cómo el populismo puede ser empleado para manipular al electorado y distorsionar la realidad de las naciones. Este enfoque es sumamente riesgoso y puede incitar una polarización profunda en la sociedad, obstaculizando la solución de los desafíos inherentes al subdesarrollo.
Ante esta realidad, es de vital importancia que los ciudadanos permanezcan alerta y exijan a sus líderes políticos un estilo de gobierno basado en la transparencia, la honestidad y la responsabilidad, con el objetivo de garantizar un desarrollo sostenible y equitativo para todos.